martes, 26 de mayo de 2020

OLORES

En estos tiempos de encierro, el llamado útil puede ser a prepararnos con remedios básicos y oxidados, ya sea por el poco uso o desuso total.

Un ejemplo es la percepción. Pero no hablar de percepción como un concepto, como una palabra, sino como una sensación que puede con fineza, precisión y dulzura, ser un salvoconducto a espacios, lugares, sabores, personas y a todo, a todo lo que es querido. 

Y si hablo de percepción, lo tengo que hacer de los olores, hoy de un día de cuarentena  que empieza al despertar y recordar el sueño de la noche anterior: Soñé con el mar.

Me vi de frente al mar y me sentí muy cerca de él. Lo respiré con mucha fuerza, porque sé que no hay nadie entre nosotros que estando frente al mar no haya parado por un momento de su vida para respirar hondo, y dejar entrar de golpe esas bocanadas de brisa, sal, peces y arena mojada.       

Desperté para dar un corto espacio al recuerdo del sueño y pase al siguiente olor: El olor al café del desayuno. Hablando de placeres matutinos, creo que después del sexo no hay opción y mejor dicha que dejarse envolver en el reconfortante olor a café. Café de la mañana. Ese olor que a través del recuerdo tiene el poder de transportarme a un pueblo de la bocacosta guatemalteca y devolverme esa imagen de frutas tropicales y de viento anunciando lluvias de mayo.

Mediodía ya en esta casa, estamos en dos mil veinte, también en mayo y también en sábado. Y de repente las primeras gotas de lluvia que se estrellan con la limitada tierra del minúsculo jardín levantando de golpe un olor suave, diminuto, casi imperceptible; pero recibido con mucha atención: petricor o dulce olor a tierra mojada.

Petricor, que me lleva directo a la infancia conjugada con lluvia en techos de lámina oxidada o suelos de tierra: ya sea en la casa de la abuela, la casa de mis padres, el campo de fútbol en la escuela, las calles de polvo en la colonia San Antonio o la siembra de maíz de mi padre.

Y entre olores de cuarentena, armémonos pues de remedios y recuerdos.

Curso de Redacción SOPHOS. Tarea OLORES. 



martes, 28 de abril de 2020

MILPA

Soñé con una mazorca
formada de granos negros y gruesos.
Desperté
y en el juego de memoria
vino mi padre después de cinco años.

Noviembre en sus días fríos
que nos empezaban
con los gritos de mamá
y el ánimo de papá.

El sol leve de la mañana,
el polvo entre los labios y las botas.

El sol fuerte de medio día,
la merienda y las mazorcas.

Las mazorcas, los sacos
y el sol leve de la tarde que se venía rojo
con una bandera de descanso
y hoy con dos reclamos:

I
De maíz era la casa de la abuela en aquella aldea y con trabajo en cada pasillo, en cada esquina y a toda hora de luz que daba el día y en un intento de sabotaje:
-Abuela usted ya está mayor y enferma, ¿Por qué siembra tanto maíz?
-Este año te regalo un picopada de maíz- dijo la abuela con gesto ilusionado.

Quedé mudo y pensado qué hacer con tanto maíz. A esa edad el maíz para mí no era más que la causa de no estar haciendo lo que los demás niños hacían en vacaciones: jugar al fútbol.

II
En una de esas jornadas de domingo en donde se podía pensar en pasar jugando todo el día:
-No quiero ir ¿Por qué tengo que ir yo?
-(   )- silencio, la típica respuesta de papá, pero esta vez con una mirada cargada de mucha tristeza y desilusión.

De todas formas me llevó.
A los 4-5 años mi autonomía era un tema de duda, pero el recuerdo quedó con tanta fuerza que fue suficiente para no volver a reprochar instrucción ante el trabajo en el campo, en la milpa.


28/04/2020


lunes, 27 de abril de 2020

CUARENTENA (IV): SUEÑOS



La fineza
precisión
y dulzura de los sueños.
Salvoconducto perfecto
a otras personas
a otros lugares
otros sabores
y todo, 
todo es querido.